Queridos hermanos y hermanas de MSSP,
La realidad de la pandemia nos acompaña ya un largo tiempo y todavía no vemos ninguna salida. Todos vamos pasando por todo tipo de retos y hemos tenido que adaptarnos a los diferentes niveles de amenaza que nos va presentando este virus. Como comunidades, hemos estado a la altura de las expectativas, hemos intentado ser creativos en nuestra respuesta y permanecer proactivos. Puede que también hayamos empezado a sentir físicamente la tensión en nuestro cuerpo y en las estructuras organizativas, y el estrés psicológico de los continuos cambios que hemos tenido que hacer para adaptarnos a circunstancias y restricciones sin precedentes que limitan nuestras libertades habituales.
Quizás el tema del Domingo de las Misiones de este año nos suene extraño: “¡Aquí estoy, envíame!” Las palabras movimiento y nuevos esfuerzos no sintonizan con nuestra situación actual de confinamiento. Incluso podemos sentirnos cansados e incluso desanimados remando contra corriente, contra una corriente demasiado fuerte para nuestras energías ya desgastadas. Estas palabras tomadas del profeta Isaías fueron pronunciadas por un hombre que, como nosotros, se sintió abrumado por lo que veía tanto dentro de sí mismo como en su pueblo.
Y aún así, como al profeta, el rescoldo ardiente del fuego Divino nos conmovió cuando, a través de nuestro bautismo, nos dio una nueva vida en Cristo y una clara misión de manifestar su Reino, llueva o truene. Cuando el profeta se ofrece a sí mismo para ser enviado, se trata mucho más de estar disponible a Dios y al amor del otro que de hacer cosas excepcionales. Por la mayor parte del tiempo, Isaías estaba abrumado por las realidades que lo rodeaban y las corrientes que impedían su misión.
En esta época de pandemia, los heridos del lado del camino pueden ser cualquiera, empezando por la familia y la comunidad, hasta el extraño o el enemigo. No necesitamos ir muy lejos para darnos cuenta de que hay personas a nuestro alrededor que no llegarán, que se quedan atrás o que están perdidos.
En su última encíclica, Fratelli tutti, el Papa Francisco se fija en otra imagen, ésta relacionada con la parábola (el buen samaritano) de un hombre golpeado y dejado medio muerto al lado del camino, fruto de la codicia de algunos y la indiferencia de otros. El mensaje que esta carta papal intenta transmitir es imposible para los estándares humanos. Proponer una perspectiva distinta de las relaciones humanas, los conflictos, la pobreza, la política y la economía en medio de una pandemia, fácilmente puede ser despreciado y tomado como una fantasía utópica. Pero aquí no se trata de transformar el mundo con un golpe de pincel.
El camino cristiano adopta un enfoque diferente. ¡Nosotros misioneros sabemos que la mayoría de nuestros esfuerzos continuados pasarán desapercibidos y sin resultados definitivos! En lo que debemos especializarnos es en hacernos más conscientes de los que quedan abandonados al lado del camino. Este es el corazón palpitante de nuestra llamada. Sin mucha fanfarria, como misioneros laicos y religiosos, estamos llamados a detenernos en nuestra actividad diaria y recorrer el camino menos transitado hacia una dirección diferente: hacia los lados. Podemos llamar a esto: morir a nosotros mismos, tender la mano, acoger lo diferente, elegir la periferia …
Este movimiento hacia el ‘lado del camino’ de la vida finalmente marcará la diferencia de la que habla el Papa Francisco. En esta época de pandemia, los heridos del lado del camino pueden ser cualquiera, empezando por la familia y la comunidad, hasta el extraño o el enemigo. No necesitamos ir muy lejos para darnos cuenta de que hay personas a nuestro alrededor que no llegarán, que se quedan atrás o que están perdidos.
Este Domingo Misionero, hagámoslo especial para alguien que nunca hubiera pensado que otra persona se fijaría en él o ella en el lado del camino, y paremos a comprobar e incluso compartir desde las pocas fuerzas que tenemos. Esto haría una diferencia en una parte muy pequeña del mundo, pero lo suficiente como para romper la dura corteza de la codicia y la indiferencia que son el camino más fácil en nuestra cultura.
Unámonos como familia misionera paulina a tocar un ritmo distinto y hacer posible el reino de Dios entre nosotros. Les deseo a ustedes, a sus comunidades y familias un bendito Domingo de las Misiones y que nos mantengamos en oraciones mutuas.
Con bendiciones,
Padre Mark Grima mssp
Superior General